A diferencia de la narrativa occidental, que necesita del choque violento entre dos opuestos a lo largo de tres o cinco actos para generar una historia, el Kishōtenketsu parte de la contemplación del universo, de entender cómo es y aceptarlo tal cual.
Teniendo su origen en la poesía china, tiene una estructura en cuatro actos en los que se narran dos eventos que en apariencia no tienen relación, pero la suma de ambos forma un todo que los trasciende.
La primera vez que oí sobre esta estructura fue gracias a una entrada de la guionista y consultora Ana Sanz-Magallón, quien hacía referencia a su vez a un artículo con un cómic que servía de ejemplo perfecto para ilustrar esta estructura.
Estructura narrativa occidental: los tres actos.
Estructura narrativa oriental: Kishōtenketsu
Tradicionalmente hemos entendido la narrativa según el modelo Aristotélico de los tres actos, teniendo el conflicto como corazón. En el ejemplo podemos ver a la chica que quiere sacar un refresco de la máquina, sin embargo, con un punto de giro algo ocurre: la lata no cae. Se genera una tensión ante la posibilidad de que la máquina se haya tragado la moneda. La chica vuelve a intentarlo y finalmente la lata cae, resolviéndose la historia con un final feliz.
Según el Kishōtenketsu, la estructura tendría cuatro actos: Introducción, desarrollo, giro y reconciliación. En el cómic vemos primero a una chica en una máquina de refrescos que saca una lata sin ningún problema. Inmediatamente después, vemos a un chico sentado. Aparentemente no tiene relación con lo que hemos visto, simplemente está esperando u observando en un lugar completamente diferente. Finalmente y para concluir el relato, la chica le da la lata. Es entonces cuando vemos la unidad global ya que entendemos que hay una relación entre los dos primeros actos y los dos últimos: ambos se conocen, ambos están juntos, la chica le ha dado algo de beber. Sin embargo, no hay lucha. No existe conflicto. Ella consigue la lata, él simplemente espera. Zen en estado puro.
Estructura Kishōtenketsu en el cine.
Obviamente este tipo de estructura no es muy habitual en otros medios como puede ser el cine. No en vano, es una invención occidental y su narrativa está firmemente atada al paradigma aristotélico, haciendo que el espectador demande sistemáticamente este tipo de estructura para disfrutar de la historia.
Sin embargo encontramos algún ejemplo de Kishōtenketsu en películas orientales y que han protagonizado un notable éxito incluso ante el público occidental, a pesar de servir como primer acercamiento a este tipo de estructura. Es el caso del genio de la animación Hayao Miyazaki y su obra de culto "Mi vecino Totoro".
En dicha película se narran las vacaciones de verano de unas niñas en un entorno rural, mientras esperan a recibir noticias de su madre en el hospital. Sin embargo, lejos de hacer hincapié en el drama de la espera y el los sentimientos de tristeza de unas niñas ante una madre ausente, la película sucede en gran parte de su metraje de forma contemplativa ante la maravilla mágica del bosque. Pasamos gran parte de la película descubriendo a través de los ojos de la más pequeña las flores que crecen alrededor de la casa, explorando túneles escondidos entre la maleza o durmiendo bajo la sombra cálida de un enorme árbol.
No existe conflicto ni desafío, únicamente el placer de dejar pasar el tiempo, como lo hacíamos de niños durante las vacaciones de verano. No es hasta bien avanzada la historia que entra de lleno el conocimiento de la enfermedad de la madre e incluso la tensión en su tercer acto, con la desaparición de la más pequeña. Sin embargo, lejos de aburrir y generar rechazo en el espectador occidental durante su primer y segundo acto, genera una sensación de paz y tranquilidad porque esa estructura funciona, a pesar de que en apariencia "no ocurre nada".
EXTRAÍDO DE guióndecine.com