domingo, 13 de marzo de 2016

Pocos carteles en el camino

Una cosa es ser experimental y otra cosa es jugar con el tiempo, detonarlo, hacerlo volar en mil pedazos. Cuántas veces hacemos esto al día y sin siquiera darnos cuenta? Dormidos, obvio, lo hacemos mientras soñamos. En las conversaciones, en las crisis, en los juegos, en la fiesta, son momentos en los que somos dioses, ya no es él, el tiempo, el que manda.

Editando también. Escribiendo acaso. Nos damos el lujo de hacerlo nuestro esclavo, manipularlo.

Me acuerdo cuando le mostré el primer corte de ES DOMINGO a Camilo Corleone, (que es un tipo que lee y ve cine todo el día), se largó en críticas muy acertadas, también algunas sugerencias. La cara de Camilo ese día, me hizo entender que había algo que fallaba con el ritmo, con el espíritu de la idea, del guión, que faltaba una reforma estructural en el montaje.

Camilo Corleone y su amada Ida, ambos figurantes de ES DOMINGO
Entonces, después de mucho meditar y hacer otros cortes, pensé que había que destrozar el guión, reinventar otra película en la sala de edición, ponerle una bomba a la historia y hacerla explotar.

¿Cómo hacerlo entonces? Lo primero, fue irrespetar el artefacto, acabarle la redondez a la historia. Eso de que existen guiones de hierro es cierto, pero hasta cierto punto (me acuerdo cuando le dije a los idiotas de Mincultura, en una pseudo asesoría, que hoy en día uno ya escribía en el software de edición: casi se van de espaldas los dinosaurios). Hoy ya todo el mundo hace, quiere hacer, cine auto referencial. Es lo único que le queda a la narrativa. El YO ganó. Si lo hace Luis Ospina, es un genio. Si lo hace otro, es un pobre güevón. Pero todos lo hacemos. Hasta los críticos de cine más provincianos, católicos y avergonzados, como Pedro Adrián Zuluaga ya se están auto referenciando, por favor.

Como me dijo sobre el primer corte de EQUILIBRIO,  una de ésas que se fue a hacer una maestría al extranjero y vino acá a fungir de asesora sin haberle ganado a nadie: ´Yo lo que veo es a usted ahí grabándose y nada más´. Ahora, 5 años después, ella misma le reparte aplauso a diestra y siniestra, vía Facebook, a todo aquel que se graba con una cámara, o sea: a todos.

En la edición, todo guión se vuelve de plastilina y especialmente ahora con el video (bueno, me parece que esa discusión de la diferencia entre video y celuloide en pleno 2016 se vuelve absurda. Últimamente he recibido varias personas en mi casa que insisten en abordarla. Hasta el mismo Lizandro Duque la puso en Caracol Radio ayer, y yo digo que es una tontería. Ni siquiera da para tema de conversación. Incluso el 35 mm se tiene que volver blow-down a video, a la hora de editar. Hoy con los nuevos sistemas de proyección hasta cualquier 720p se puede volver cine. Al final todo video es cine si se presenta en un auditorio y todo cine es video si se presenta en una pantalla pequeña).

Total, mi auto sabotaje consistió en petardear a la línea del tiempo. Creo que todos los buenos editores lo han hecho y por eso tal vez las mujeres sean tan buenas editoras, por esa facilidad de vivir a otra velocidad o por fuera del tiempo.

Así desordené la película y traté de desconectar la razón al máximo. Es más o menos lo que hago en algunas instituciones del Estado cuando me piden que no haga piezas demasiado conservadoras y las hago tan liberales que les meto hasta música en inglés (que  a la postre me obligan a cambiar aunque sea en portugués).

Lo que resultó fue una decepción total para los que conocían el guión. ¿Pero qué esto? ¿Por qué esto? Me preguntaron actores y actrices. Amigos que me acompañaron en la aventura también se jalaron los pelos.

El único que dijo encantarle fue Camilo, al mostrarle la película en un bus de Santa Elena conectados a mi teléfono celular. ´Ahora sí me gusta mucho´, me dijo. Entonces supe que por fin ES DOMINGO tenía un esqueleto, aunque todavía siga en obra negra.

Este corto de Cerati, posteado al principio, me recordó mucho el juego con el tiempo expresado en ES DOMINGO YNTAN, donde al espectador no se le subestima ni se le lleva de la mano como si fuera un bobito. En este corto se le trata al espectador como alguien inteligente que no necesita de demasiados carteles en el camino para llegar a su destino.