martes, 9 de febrero de 2016

EL DIABLO ENAMORADO (1)


- UN REMAKE- 





... there are bad times in our life 
that are just a mess and not dramatically effective, 
and so ¿what can we do with them?

Querido Giova,

Y ahora resulta que te vas. Quién iba a creerlo. Te vas y te vas a Brasil. Ese país tan fantástico, tan oculto, tan indie.  Tal vez nunca leas esto porque a lo sumo lo publique en Facebook o no lo publique nunca, ni te lo mande o lo deje en mi computador, aunque sufro de esa terrible enfermedad exhibicionista de creer que todo es literatura y que se debe leer ya, urgente, cuanto antes, en donde sea y vos como sos tan Brasil, tan oculto tan indie, tan repleto de mística, tan de odiar Facebook y esas maricadas que existen hoy en día. 

Y entonces nos hemos vuelto a encontrar en una esquina cualquiera, por casualidad, por destino, como nos hemos encontrado siempre, en estas noches frescas de Medellín que me inspiran tanto, con sus bolsas de basura en las esquinas esperando que pase el camión del municipio a recogerlas (ahora resulta que el carro de la basura pasa por las noches).

 ¿Por qué me inspira tanto Medellín? Si la odio tanto como a una ex amante que se ha mandado a poner botox, si me cae tan mal como uno de esos amigos canallas que uno invita a la casa con hospitalidad y luego terminan atacándote con sarcasmos y dejando sus patas de marihuana por los rincones y que no se dignan a lavar el plato donde saciaron su hambre de chirrete barato y, ahora más, con su clima de tierra caliente, sus ínfulas de ciudad grande. 

En fin, debe ser que Medellín siempre será mi novia, mi única novia a la que siempre volveré, a la que siempre volveremos como perros que han aprendido ´a volver al hogar para poder comer´ (sic) (¿Te acordás? El cidí de Calamaro). Y uno a las novias no las va a preguntar siempre. 

Pero tal vez volví para encontrarme con vos, porque nos la debíamos, lo necesitaba yo, la antena cósmica me trajo, por tantas cosas pendientes y tantas cosas resueltas a la vez, para ganar otro poco de inspiración acaso, retomar la escritura y... no más... 
(¿Por qué Santa Elena no me inspira? ¿por qué me bloqueo allá?)

Y por qué pienso irme de nuevo. Volver a subirme, pero irme. Medellín no es ciudad para quedarse. Como vos. Irme, salir, fugarme, como vos, que has tomado la decisión aun cuando hay tantas cosas nuevas que te atan, que podrían proveerte una estabilidad, ahora que tenés un hijo y una familia como vos mismo la llamás: ´mi familia´. ´Hay que subir el techo´, me dijiste y ahora te entiendo apenas, aunque me lo explicaste ese día. Subir el techo es que no es lo mismo ser el hijo de un magister en Antropología a ser el hijo de alguien con un doctorado internacional en el área que sea. 

Pero así somos, resulta que  nos hemos vuelto a encontrar y no sólo en lo físico, también en lo intelectual como hace siglos no nos encontrábamos, en un clima espiritual muy parecido, tal vez el mismo cósmicamente hablando. Y como vos decís: hay tantas cosas por hacer, que es hora de irse, que es otra forma de encerrarse. Nunca había estado tan de acuerdo con vos. ¿ quién necesita los bares ya? ¿quién necesita las calles de Medellín y sin embrago volvemos a ellas. Vos hace años los dejaste ya, desde mucho antes de que te pasara lo que te pasó. Quizás desde antes que pasara lo de tu hermana y lo de tu mamá, qué falla, hermano, no pude estar a tu lado y sin embargo vos sí te has dado las mañas de aparecer, para ayudar, para acompañarme en muchas tragedias de mi vida, que obvio, no se acercan en lo más mínimo a las tuyas, las mías han sido pruebas pa quinceañeras. Lo tuyo viejo, lo tuyo sí ha sido grosso. Y sin embargo me recibes cada tanto con esa especialidad, con esa gracia, esa compasión de alma doblemente en peligro por lo purificada.

 Me pregunto, ¿esas almas corruptas que tan bien se saben camuflar... ?¿qué o qué ? ¿Sufren? ¿Sufren poco? O ¿No sufren nada? ¿Son tan psicópatas como parecen?

Viejo, Giova. Hermano, hace años no tenía un encuentro tan bacano en Medellín. De hecho nunca lo había tenido tan amable desde que volví. Ni siquiera con vos nos habíamos tratado tan bien o por lo menos habíamos conectado como lo hicimos esta última vez (será la edad? Serán estos 40?. 

Aunque esa tarde en tu casa, recién muerto tu padre - creo- , fuiste tan hospitalario. Tenías un único cidí para poner y era el de Calamaro y sacaste una de ron porque nos habíamos acabado la de vino que yo te llevé y cantamos todas las canciones de ese disco y las repetimos y mencionaste a tu mamá y creo que lo relacionaste con los temas que estaban sonando. 

Pero antes habíamos pasado aquella tarde en la casa de tu exnovia y me acuerdo que hubo tantos desacuerdos ese día, desacuerdos tácitos, como silenciosos, tal vez porque yo ya había empezado a pelear existencialmente contra la marihuana y por hablar tanto de cine y, obvio, por el estado mental en el que se encontraba tu etapa de duelo, y luego mi ex esposa (sí, al fin terminé con ella, como te conté) y la ciudad y esa vista tan ruin que tienen los edificios de Buenos Aires cuando miran hacia la comuna 8 y la terraza y toda esa marihuana que te metiste entre pecho y espalda y los rones que a mí me estaban entrando al revés.

Cucho: pero la vida nos vuelve a encontrar. Nos separamos como si fuera para siempre ese día, yo me fui diciendo, a este man ya lo perdí como amigo, creo que nunca más lo voy a volver a frecuentar y tan: el tiempo hace de las suyas, nos vuelve a juntar de alguna u otra forma, en alguna esquina casi siempre.

Luego pasó lo de la hamaca, creo. Vos andabas con la cantaleta de que me tenías una hamaca desde antes de que me fuera para Nueva York y yo decía para mis adentros, pero a quién le importa una hamaca ahora, en estas circunstancias, uno volviéndose a tratar de acomodar, de no tener un sitio fijo para vivir y vos con el cuento de la hamaca, que me la querías devolver. Yo por educación, y por el gran respeto que te tengo, no te dije que la botaras a la basura, pero en algún momento quise decírtelo. Ahora entiendo que esa hamaca venía viajando en el tiempo. Esa hamaca traía mensajes de una época cuando tu mamá todavía estaba viva. ¿Te acordás? Vivías justo al lado del bar ése en el que me montaron el ganso ciego de robo, en la 33. Y yo me puse a defender a una novia que hoy en día no defendería ni a palos, por nada del mundo metería las manos al fuego por ella y creo que por ninguna otra mujer. Pero claro, tenía 28 años. Ahora las cosas son a otro precio. Y entonces vos me diste posada esa noche, porque yo estaba en estado de shock, eso con bruja y todo de por medio, y vos como que lo notaste y me dijiste sin habrte solicitado nada, todo bien, vení a mi casa y allá estaba tu mamá y le compraste comida a esa pelada con la que yo estaba ennoviado. Y tu mamá super querida. Conversamos como lo habíamos hecho siempre con ella, tan dicharachera, como vos cuando uno te encuentra por ahí en la calle, como cuando hacías esos bailes en Calazans con la gente de la universidad, bailes de amanecida y sancocho para desenguayabar. O como cuando yo imprimí en tu casa el primer cuento que escribí en la vida, en uno de esos computadores con D.O.S y ella tan querida, tremendo algo parveado. Yo con esa pena, sobre todo porque no tenía ni puta idea de lo que era un computador ni como se manejaba y porque me tocó ponerte a vos a que me digitaras el cuento que, creo, era para una tarea de la universidad.




Viejo: escribo esto desde un aparta estudio en el barrio El Salvador, cerca a la estación nueva esa del tranvía, llamada Bicentenario. El calor es apremiante. Parece uno de ésos calores del verano newyorkino de los que tanto te había contado, cuando tocamos el espinoso tema del poeta Ricardo de Umbrella House. 

A mi lado yace mi mascota, a la cual tuve que tusar para llevarla a Urabá, vos sabés, siempre conservo la esperanza de ir de visita por allá. Vos sabés, te he contado harto mis motivaciones con Urabá. 

Medellín, en general, parece una fábrica de moler piedras. Creo que me he tenido que poner unos audífonos y subir todo el volumen de este computador para tapar el ruido de la ciudad, me parece insoportable. Tal vez es que quiera también ahogar el escándalo que le está haciendo la dueña del edificio a mi vecina. Es una vieja loca, sabés.

Parce, a qué horas Medellín terminó de rayarse del todo. La cucha, hermano, le está reclamando 3 meses de arriendo. Ha venido toda la mañana a eso. Mi vecina, en una de las pausas, vino a tocarme la puerta y a mostrarme los recibos de pago, como si yo fuera el juez de un partido. Imaginate, acabo de alquilar un apartamento de 520 mil pesos a una señora que administra edificios en el centro de la ciudad, como si fueran inquilinatos. A mí me ha llamado 3 veces en 15 días para que le barra las escaleras del edificio so pretexto de que mi perra suelta mucho pelo. Además también me llama porque llueve, porque no llueve, para que le arregle un closet que me entregó malo... ¿¿¿¿???? What the fuck, man! Tengo el palito yo pa las locas, se me pegan como moscas a la mierda. Aparte, claro está, Medellín toda sufre de una terrible psicósis colectiva. Con esta bulla tan hijueputa, y con esta contaminación, no hay alma que pueda conservar el quicio. 

Aunque te digo, hermano, hay épocas en la vida de una persona en que el diablo se enamora en el sentido más sicarial del término. A veces no podés hablar muy duro de lo reconciliado que estás con la vida y con el mundo, porque ese berraco diablo te empieza a perseguir. Empieza a querer meterte al baile y a vos no te queda más remedio que salir a seguirle el paso. 

Y entonces, empieza todo a salir mal, las cosas a desmoronarse. Y empiezan los demonios a saltarte por la vereda. Pero también los ángeles. Y suelen ser más. Aunque sólo nos dedicamos a ponerle atención a los primeros. Y querido, Giova, te pregunto algo, mientras voy a la cocina a servirme un vaso de agua y mientras la mañana del domingo da un poco de tregua y mientras pienso eso de que hay momentos malos en la vida de un escritor que no son dramáticamente efectivos como para escribirlos... ¿entonces, uno que hace con ellos?

FIN DE LA PRIMERA PARTE.





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